Es nuestra intención hoy, hablar sobre los Pueblos Originarios de América (1). Desde la Patagonia hasta el norte de América hay poblaciones autóctonas, que han estado aquí desde hace siglos, probablemente milenios. Cada uno con su cultura, religión, organización y economía. También con sus conflictos, nadie va a negar que había luchas entre distintos pueblos, esto parece ser un común denominador del género humano.
Ahora bien, la incursión europea sobre los demás pueblos de la tierra, los del continente que habitamos en este caso, fue brutal. Pero, ¿por qué? Para proceder con esa crueldad fue necesario deshumanizar a sus las víctimas, era considerarlas poco más que animales que caminaban en dos patas. La Razón Europea lanzada a la conquista de estas Indias Occidentales, con todas sus riquezas, y al doblegamiento de su población. Aunque no es el tema central que nos convoca, esas riquezas que se acumularon desde la conquista de América y la esclavización del África fueron la acumulación originaria (2) de capital que será el punta pie inicial del sistema Capitalista que hoy rige en el mundo.
Lo más curioso (y más terrible) es que en nombre de esa misma Razón, los Estados americanos procederán, con igual crueldad, a exterminar y someter a los Pueblos Originarios siglos después. Es decir, que los pueblos que se habían independizado de las potencias europeas (3), que habían luchado codo a codo con los pueblos autóctonos de estas tierras y con los negros arrancados del África contra los ejércitos imperiales, terminaron por aplicar las mismas ideas de “civilización” y cometieron actos llenos de una abominable barbarie.
Y no fueron los gobiernos de las distintas etapas post-independencia (el Gobierno Centralista de Buenos Aires, La Confederación, los Gobiernos Provinciales y la propia República) la excepción. Ya en 1826 el gobierno de Rivadavia contrató al Coronel Prusiano, Rauch, para “exterminar a los indios Ranqueles“. Rosas hizo su parte organizando una campaña militar contra los indígenas de las pampas entre su primer y segundo gobierno. Los gobiernos de las provincias también avanzaron sobre los aborígenes. Los gobiernos de Mitre y Sarmiento, que tuvieron la mancha imborrable de la guerra del Paraguay, no cejaron en sus intentos de “civilizar” a los hijos naturales de estas tierras, aunque hicieron extensivos sus esfuerzos a los gauchos, que vivían dentro del territorio de la Argentina de aquel entonces, quienes eran “vagos y mal entretenidos”. Vale recordar algunas palabras del padre del aula al respecto: “¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa canalla no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado." . Esas eran las ideas de los bienpensantes de la época, pero aun así, la crueldad no había alcanzado su clímax.
Fue durante la presidencia de Avellaneda(4) cuando se desata uno de los grandes genocidios de nuestra historia, la inefable “Conquista del Desierto”. Esta campaña militar fue dirigida por Julio Argentino Roca, quien sería el sucesor de Avellaneda en la presidencia. Como nos cuenta Felipe Pigna en Mitos de la Historia Argentina 2, el nombre con que la Historia Oficial recuerda este crimen contra la humanidad no es un detalle menor, “Conquista del Desierto”. Roca y sus oficiales conquistaron un desierto. Veamos que dice el diccionario: Conquistar: “Ganar, mediante operación de guerra, un territorio, población, posición, etc”, ahora veamos desierto: “despoblado, solo, inhabitado”. Vemos que para la Historia Oficial, el General que será Presidente peleó contra el aire. Pero lamentablemente no fue así. Se masacró a los mapuches y otro pueblos que por entonces habitaban la Patagonia. Y los sobrevivientes fueron trasladados a Buenos Aires, donde se los repartieron entre las familias patricias (es decir, los que tenían tierras y bastantes) en condición de sirvientes. Vale recordar que en la Asamblea del Año XIII, 66 años antes, se había declarado la libertad de vientre (los hijos de esclavas serían libres) y que a partir de 1853 con la promulgación de la Constitución Nacional quedaba abolida toda forma de esclavitud (5). Ese fue el triste destino de los habitantes originarios de la Patagonia, y para qué tantas matanzas, para repartirse entre los terratenientes las tierras conquistadas y aumentar sus latifundios. Las bases del modelo de país agroexportador estaban sentadas.
Pero las desdichas de los hijos de estas tierras no se terminan en el siglo XIX. Siguen y siguen, hasta hoy. A lo largo del siglo XX sufrieron la marginación y la pobreza (que le era común a los trabajadores rurales, a los migrantes recién llegados y a los obreros mal remunerados) pero con el agravante de que se ignoraron sus tradiciones ancestrales, se les convirtió al catolicismo y se los privó de las tierras donde vivían desde hace generaciones (lógicamente sin ningún certificado de propiedad, la propiedad de la tierra es un concepto del Capitalismo occidental).
Ni siquiera durante los gobiernos de Yrigoyen y de Perón, que no podemos negar, fueron líderes populares, con sus aciertos y errores, hubo algún avance significativo en materia de igualdad de derechos y devolución de tierras. Al menos no en la medida necesaria para reparar los atropellos a la dignidad de los Pueblos.
Llegando a nuestros días presenciamos los mismos atropellos. El año pasado, por ejemplo, los Qom, habitantes de la comunidad de La Primavera en Formosa fueron forzados a dejar sus hogares, habiendo muertos durante los hechos.
Sin embargo, la Argentina suscribe al articulo 169 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) que tiene rango supra-constitucional, y trata “sobre pueblos indígenas y tribales en países independientes”. Entre otras cuestiones dice en su artículo 2: “Los gobiernos deberán asumir la responsabilidad de desarrollar, con la participación de los pueblos interesados, una acción coordinada y sistemática con miras a proteger los derechos de esos pueblos y a garantizar el respeto de su integridad”.
Al existir la jurisprudencia, es responsabilidad del Estado cumplir con la ley. Pero es responsabilidad de los ciudadanos (ósea nosotros) exigirle al Estado Nacional y a los Estados Provinciales donde sea necesario (hay presencia de Pueblos Originarios en muchas provincias, en casi todas) el cumplimiento de las mismas. Por este motivo los invitamos al debate, para que entre todos tomemos conciencia de lo que han sufrido los aborígenes y que hay mucho que hacer por ellos y con ellos.
Y como dice el maestro Osvaldo Bayer, en la historia, tarde o temprano, la Ética triunfa.
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1- Ya de entrada hacemos una concesión aquí ya que América es un nombre que pusieron los conquistadores, los que vencieron.
2- Expresión que acuña Carlos Marx en El Capital.
3- Al menos políticamente, nuestras economías siguen siendo subalternas. No es la intención del texto tratar este tema fundamental en el desarrollo de un país, pero tampoco podemos obviar mencionarlo.
4- Nicolás Avellaneda (1837-1885) fue Presidente de la Argentina entre 1874 y 1880. Ocupo varios cargos públicos antes de ser Presidente y fue senador posteriormente. Como todo Presidente de la época, llegar al cargo no era una cuestión muy democrática que digamos. Aunque la Historia pareciera no recordarlo tanto como a su antecesor, Domingo F. Sarmiento, y a su sucesor, Julio A. (debe ser de asesino, sin duda) Roca. Pero no podemos ignorar que fue durante su presidencia que se cometió el genocidio contra los Pueblos Originarios de la Patagonia.
5- Como aclaración, recién en 1860 Buenos Aires se suma a la Confederación y adopta la Constitución Nacional.