domingo, 12 de junio de 2011

Levisté, égalité, fraternité

Hoy queremos compartir con ustedes una nota escrita por Juan Gelman para Página12. En ella el autor utiliza información revelada por Wikileaks de los cables diplomáticos norteamericanos. En particular, estos hablaban sobre Haití y la defensa desvergonzada que hacen de las superganancias de sus empresas instaladas en ese país. Lógicamente ahí se realizan las tareas de producción, a salario vil; las tareas administrativas, bien remuneradas, se llevan a cabo en la metrópoli.
            Ahora bien, no podemos mostrarnos sorprendidos. No nacimos ayer, ni  nos acabamos de enterar de que vivimos bajo un sistema de explotación que carece de escrúpulos. Pero, para que los inescrupulosos que manejan el mundo tengan ese poder desmedido, necesitan de nuestro granito de arena. Gelman trata en la nota a las marcas de ropa que fabrican sus prendas en países pobres (Haití, es el más pobre de América) disminuyendo así  sus costos de producción, con altísimas tasas de pobreza y desempleo; cualquiera va a trabajar por  2 pesos, digamos. ¿Quiénes son los que compran ropa a esas marcas para contribuir a su más que positiva balanza de costos-beneficios? Nosotros. Toda multinacional (multinacional por donde opera, habitualmente con sede en EEUU o en Europa) se enriquece porque sabe donde producir y porque sabe donde vender. Y no pasa sólo con la ropa, la mayoría de las cosas de “marca” tienen que ver con esta historia de explotación.
Gelman se centra en la crítica a la defensa corporativa que emprenden algunas entidades del Estado Norteamericano para con sus empresas (que son perfectamente conscientes del daño que le hacen a los pueblos que “emplean”). En esta introducción, que no pretende parangonarse con lo que puede  escribir una pluma como la de Gelman, queremos destacar que para que esas multinacionales mantengan sus estándares de ganancias necesita, básicamente, que les sigamos comprando sus productos.  Quizás la lucha contra el sistema de explotación podría empezar con, al menos, abandonar el consumismo e independizarnos de toda la basura que nos venden por buena sólo porque trae una marca.

Otro Wikilicazo

Por Juan Gelman

La “nacionalización” de los documentos de Wikileaks, es decir, su publicación mayoritaria sólo en periódicos de los países concernidos, suele apagar la dimensión de sus revelaciones. Los semanarios Haïti Liberté y The Nation están dando a conocer el análisis de 1918 cables sobre la nación caribeña. Y oh sorpresa: EE.UU. se preocupa mucho por los salarios de los trabajadores haitianos. Sorprende menos la forma en que lo hace.

Haití, se sabe, es el país más pobre del hemisferio. La renta per cápita es una décima parte de la de sus vecinos del Caribe. Fue una de las colonias más rentables para Europa y constituyó en buena medida la fuente de la riqueza de Francia en el siglo XVIII. No ha cambiado su suerte, sólo el amo.

En junio del 2009, el Parlamento haitiano aprobó por unanimidad un aumento del salario mínimo: de 1,75 dólar diario a 5 dólares por jornada de ocho horas. Los propietarios de las fábricas de ropa que maquilan para grandes empresas estadounidenses del ramo como Fruit of The Loom, Hane y Levi’s se opusieron al aumento de 62 centavos de dólar por hora que eso entrañaba. Los documentos filtrados por Wikileaks revelan que el rechazo de esas compañías tuvo el apoyo consistente de la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (Usaid, por sus siglas en inglés) y de la embajada norteamericana.

Los dueños maquileros comunicaron al Parlamento de Haití que estaban dispuestos a dar un aumento de nueve centavos de dólar la hora a quienes trabajan en la confección de playeras, corpiños y ropa interior para gigantes como Dockers y Nautica. El Departamento de Estado presionó al entonces presidente René Préval para que interviniera. Un cable de la embajadora Janet Sanderson, fechado el 10 de junio del 2009, advierte a Washington: “Una intervención más visible y más activa de Préval puede ser determinante para arreglar la cuestión del salario mínimo y las protestas que se producirán, pero se corre el riesgo de perder completamente el control de los medios políticos”. Dos meses después, Préval negoció con el Parlamento dos niveles de aumento del salario mínimo: 3,13 dólares diarios para los trabajadores de la industria textil y 5 dólares para los de los demás sectores industriales y comerciales.

Tampoco esto satisfizo a la embajada. David E. Lindwall, jefe adjunto de la misión, señaló que un salario mínimo de 5 dólares por día “no toma en cuenta la realidad económica” –¿del país, de las empresas?– y que se trataba de una medida populista para complacer “a la masa de desempleados y mal pagados”. Cabe reconocer que el señor Lindwall algo sabía de la enorme tasa de desocupados del país: 85 por ciento de la fuerza de trabajo.

Tal vez no le interesara el fenómeno “clorox”, nombre de un conocido producto de limpieza, que aludía al dolor estomacal provocado por el hambre que asoló a Haití en el 2008, como si los afectados hubieran ingerido ese líquido. El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas estima que 3,3 millones de haitianos, un tercio de la población, viven “en estado de inseguridad alimentaria”. Según un estudio de la Workers Rights Corporation, una familia obrera típica –padre, madre, dos hijos– necesita al menos 13,75 dólares diarios para cubrir los gastos indispensables del hogar. A la Usaid, al Departamento de Estado y a las grandes empresas norteamericanas del vestido les parece muchísimo.

Los cables de Wikileaks testimonian la prolija atención que la Embajada de EE.UU. prestó a la cuestión del salario mínimo a lo largo de 20 meses, de febrero del 2008 a octubre del 2009. En ellos se arguye sobre el supuesto peligro que el aumento salarial entraña para la asistencia de la Usaid a las fábricas de ensamblaje, destinada a aumentar la productividad, no los sueldos. El encargado de negocios Thomas C. Tighe justifica en un cable de fecha 17 de julio del 2009 la negativa de los industriales textiles al aumento: afirma que, según un análisis financiero de la Usaid, “forzaría a las fábricas a cerrar”.

También preocupó a la embajada el impacto político de la batalla por el salario mínimo, en particular las violentas manifestaciones de obreros y estudiantes del 2009. La policía y unos nueve mil soldados de la llamada Misión Estabilizadora de las Naciones Unidas en Haití, que ocupan el país desde el 2004, las reprimieron con idéntica violencia. Con razón, desde luego: las ganancias de Levi’s son intocables.

Las protestas lograron que en octubre del 2010 se estableciera un salario mínimo de 5 dólares diarios en las ensambladoras y de 6,25 en las demás actividades industriales y comerciales. La Usaid, la Embajada de EE.UU. en Puerto Príncipe y la Cámara de Industria y Comercio de Haití siempre agitaron el mismo fantasma: el aumento del salario mínimo conduciría al cierre inmediato de la industria del país y aumentaría el desempleo. Pareciera que no. Como la plataforma Haitiana por un Desarrollo Alternativo declaró en un comunicado de junio del 2009, “las dos cosas son mentiras”. 

2 comentarios:

  1. Pongo a continuación un comentario similar al que realice en un texto de Felis Nasal, No va a servir de nada.

    El texto de Gelman es un ejemplo más del fetichismo de la mercancía del que nos habla Marx. La mercancía como objeto enigmático, que oculta el coste social que tiene su producción. En este materialismo en que nos hallamos actualmente, quienes adquirimos mercancías no nos preguntamos quien habrá sido el tipo que se rompió el lomo para hacerla, como lo habrán explotado, y las penurias que habrá pasado para crear nuestra mercancía.
    Actualmente, entre otras cosas, estoy leyendo La Filosofía y el Barro de la Historia, de José Pablo Feinmann. En el capítulo que trata el fetichismo de la mercancía, para hacer más gráfico el tema, comenta sobre un dibujo de Rep que salió poco antes de que comience el mundial. Busque el dibujo en Página 12 y en el blog de Miguel Rep, pero no lo encontré, así que transcribo el comentario de Feinmann:

    "Pocos días antes del Mundial de Fútbol, Rep hizo el siguiente dibujo: una línea en el medio del cuadro apaisado y, debajo de ella, un montón de bolivianos haciendo trabajo esclavo. ¿Qué hacían, que fabricaban, qué materia prima transformaban en mercancía? Esos esclavos del siglo XXI producían banderas argentinas. ¿Para qué? Para qué los hinchas de fútbol fueran al Mundial de Alemania o festejaran en la patria los triunfos de la Selección Nacional. En la parte superior del cuadro vemos a todos esos hinchas de fútbol agitando las banderitas. Se ven felices, ellos o sus pequeños hijos, haciéndolas flamear: ¡seguro que Argentina ganará este mundial! ¿Alguien se pregunta <>? Nadie: la banderita argentina es una mercancía y, en tanto tal, oculta su relación social de producción. El dibujo de Rep (quién, el sí, venció el hechizo de la mercancía y vio a su través el submundo que la hacía posible) es totalmente funcional a la teoría del fetiche de la mercancía."

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  2. un comentario corto por falta de tiempo. me parece que esta muy bien cuestionar nuestro rol como consumidores,pero yo cuestionaria principalmente nuestro rol como votantes, ya que el estado a traves de nuestros representantes votados democraticamente? es el que debe garantizar que se cumplan por parte de estas empresas generalmente multinacionales las leyes de trabajo. En este pais el tema del trabajo esclavo en textiles por ejemplo no es una novedad para nadie, pero no se hace mucho al respecto, quiza porque para el indec tampoco convenga que suban los precios de la vestimenta tambien. Yendo a nivel mundial hoy esta mas claro que nunca (como paso aca ahora en europa) que cuando se habla de ajuste siempre pasa por el trabajador,como fue en argentina la flexibilizacion laboral de menem,ya que es una verdad impuesta por el capitalismo que el salario es la variable de ajuste para determinar las ganancias o perdidas de una empresa.
    Sin mas tiempo, Osvaldo Bayer es un ejemplo para todos, ya que a su edad no pierde la capacidad de emprender luchas contra molinos de viento, y crear conciencia, que es lo fundamental.
    saludos

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